Así fueron pasando los días, fluyendo del tiempo puntuales, monótonos, sin un fallo. Y yo seguía esperando sin tener una conciencia clara de qué era lo que esperaba. Tal vez mi retorno a un equilibrio interior, tal vez algo grande, tremendo inesperado, algo indeterminado, deseable por su misma imprecisión. En el fondo tenía esperanzas de sanar por dentro; de que el tiempo y la naturaleza fuesen debilitando las profundas roderas que en mi ánimo imprimiese el carro de la muerte; de poder decir algún día "he sido un loco" y reírme hasta desmayarme de mi locura; he de poder decir al mundo con una risa de oreja a oreja: "Señores, yo jamás pensé en casarme y hoy aquí me tienen: quince hijos en veinte años." Pero atrás de todas estas esperanzas imprecisas y vagas, que ni aun a mí mismo conscientemente osaba confesarme, me atormentaba una idea fatalista: "el hombre puede cambiarlo todo, me decía, transformarse hasta físicamente, enmendar su vida, sus instintos, sus costumbres, pero jamás podrá modificar la luz que porta dentro de sí y a cuya claridad examina la mesmedad de su paso. El hombre libremente puede elegir su camino, pero no puede alterar su voluntad la luz bajo la cual camina."
En tanto, seguía esperando. ¿Qué? No lo sé. Algo indefinible, inconsciente. Pero seguía esperando.

M. D.


[La sombra del ciprés es alargada]

4 comentaris:

Maria ha dit...

"Y yo seguía esperando sin tener una conciencia clara de qué era lo que esperaba. Tal vez mi retorno a un equilibrio interior"

I tant que sí...! Bua... descarat, a més a més...

Ben aviat, segur

miquel ha dit...

Descarat, hehehe, però no era aquest. Aviat!

Miquel Saumell ha dit...

T'ha tocat!

http://elradardesarria.blogspot.com/2008/03/cinc-blogs-destacats-en-catal.html

Yeral ha dit...

O segueixo esperant també... I el temps d'espera és el que val la pena. Però es clar, això ho saps quan ja tens en mà...